viernes

Cuando es noche en Okinawa



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     El globo terráqueo se mantiene, increíblemente, en muy buen estado; apenas un poco de óxido en el soporte de metal. Estaba arrumbado junto a unos apuntes de la facultad, y lo encontré sin buscarlo cuando embalaba las cosas del placard del escritorio. Leo en el costado Marca Gloter. Cartografía aprobada por el Instituto Geográfico Militar.
     Guido se divierte haciendo girar la esfera, y yo lo miro sintiendo que mi  hijo es parte de un mapa universal, un mapa con relieves cambiantes y coordenadas fortuitas, que se modifica a cada instante, cada vez que un cuerpo sale de las entrañas de otro. El prodigio sucede una y otra vez, se repite natural y eterno, pero ahora, sólo ahora, puede maravillarme. Entonces la experiencia de mirar el viejo globo terráqueo, el mismo en el que Joel y yo jugábamos a buscar países, se vuelve intensa. Pienso en los nacimientos en lugares olvidados del mundo, y en las fronteras, y en los destinos nebulosos. Me duelen las madres desoladas y los hijos indefensos. Y me enciende el grito de millones de parturientas felices con su proeza.
     Guido, mi descendencia y la de Vicente. Un ser nuevo que trae, en sus rasgos o sus modos, herencias que nos espejan. Guido y su mapa particular, que deviene del de Vicente y del mío, con nuestro presente y nuestro pasado lleno de puertas entornadas. Vuelvo al globo terráqueo, lo giro yo también buscando Okinawa, ínfima en el celeste oceánico, de naturaleza voluptuosa y habitantes longevos. La historia de Okinawa, marcada por tribulaciones… pienso en mi propio mapa deshilachado,…No obstante estas vicisitudes, los okinawenses son fuertes, viven  de cara al futuro, siempre afirmando su identidad…en la genealogía turbia y precaria, a pesar de la cual es posible una vida nueva.

  

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