miércoles

Cuando es noche en Okinawa

100

     Entonces, tuvimos la misma idea, dije entusiasmada.
Ya lo decidimos. Sábados a la mañana, tintorería cerrada y Guido al cuidado de su papá. A Vicente le pareció un poco extravagante. Vos y Okinawa...fue todo lo que dijo.
     El idioma está en decadencia, las autoridades han alentado el uso del japonés, la lengua oficial.
      No fue fácil encontrar quien nos enseñara uchinaguchi. Vamos a aprender japonés y también los rudimentos de esa otra lengua, la de los antepasados de Isao. Mientras esperamos que empiecen las clases, miramos el libro entre las pilas de ropa impecable sobre el mostrador, y los ideogramas ya nos parecen algo menos silenciosos; las aventuras, más compartibles.
     Estoy tan contenta de vernos a Isao y a mí portando carpetas, viajando en colectivo a una casa en Flores, dejando los zapatos en la entrada… Y no sé si quiero tanto esa imagen porque la soñé una noche de éstas, o porque tiene una intensidad que de a ratos me hace olvidar por completo del pulso invasivo que reaparece, impredecible, unos días sí y otros no.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario