martes

Cuando es noche en Okinawa

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     Del último viaje largo había vuelto con una bella novia negra. Dominicana; la cabeza llena de trencitas y ojos de zombie.  La pieza que faltaba para que Joel completara su vocación de persona inusual. Estuvieron unos meses recorriendo el interior del país; volvieron porque él no se sentía bien, vivía cansado.
     A Amparo y a mí la dominicana nos daba celos; la encontrábamos tonta, caderona, oportunista, vulgar. Antes que a ella, preferíamos a cualquiera de las otras que le conocimos, aunque ninguna nos conformaba.
     Se pelearon y ella volvió a su país. Después, una infección tras otra. El diagnóstico. Entre nosotras, culpábamos a la dominicana; Joel no se perdonaba a sí mismo. Hasta que entró en el grupo de los hare krishnas.
     Esta foto es de esa época, ya está rapado, muy flaco. Mañana se la voy a llevar a Isao…

 

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