jueves

Cuando es noche en Okinawa

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     La de al lado es más modesta, sin jardín a la vista ni portero eléctrico. El frente está descascarado y en el lugar donde debería estar el timbre hay un hueco que alguien rellenó con papel de diario. Al primer golpe de nudillos sobre la puerta, empieza un ladrido feroz. Abre una mujer con cara de loca y un doberman furioso entre las piernas. Trato de introducir el tema, pero el perro despertó a Guido y su llanto desesperado me obligó a terminar rápido el planteo sin que la loca alcanzara a entender por qué había ido. Consolar a Guido me llevó varios minutos, y decidí continuar al día siguiente.


 

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