sábado

Cuando es noche en Okinawa


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Espero con ansiedad los fines de semana. Descanso en Vicente, que se ocupa del bebé. Alguna lectura indisciplinada y al azar me entretiene unas horas. Y sobre todo, disfruto de la ausencia de la música. A veces salimos a pasear los tres, si no hace mucho frío, si Guido no está enfermo.
A la siesta, Vicente me rodea de palabras dulces, justo en el hueco entre mi cuello y mi hombro. Hago la pirueta de siempre para treparme a él, único ser con quien me permito esas audacias. Mis piernas abrazan su cintura. Lo lleno de besos.


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