domingo

Cuando es noche en Okinawa



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      No sabía, no sé, digo ante casi cualquier comentario del exterior. Mi cuñada se sorprende, ¿Cómo podés estar tan desinformada?
      
     Y es que me pierdo en los hechos veloces de un mundo al que siento más turbulento que nunca. Apago la radio que Vicente deja prendida a la mañana, donde los periodistas anuncian cada día un descalabro diferente. Dicen inflación, dicen recesión, y me confirman que vivimos en un país inestable, en un continente frágil. Vivo aquí, en una casa prestada y con un hijo en brazos. Cierro también el diario, porque la vorágine de sucesos me crispa y de pronto, tengo miedo de perder la leche.  Si usted se estresa, la leche no sale, me habían dicho en la clínica después de parir. Por eso busco desoír las noticias, borrar el ruido de afuera, replegarme en Guido y ovillarme con él, escondiéndonos de toda cosa que no sea la leche, su latido y el mío.




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