lunes

Cuando es noche en Okinawa

4

      Lo miramos todo el tiempo, yo no puedo despegarme de él.  Pesa tres kilos, es como una ranita, estamos en casa.  La euforia de este amor nuevo y distinto a todos los conocidos nos desborda, y la primera noche en el departamento esa felicidad no nos deja dormir.
      En la cama inmensa, finalmente, el hijo.
      Imagino que digo Es nuestro, Vicente, nació hermoso, mullido, perfecto, mientras los tres hilvanamos este mudo encantamiento de cristal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario