martes

Cuando es noche en Okinawa


12

      Busco acomodarme al ritmo electrónico, entrar en su armonía.  Pero no encuentro conexión entre esos acordes monótonos y mi propia letanía de madre somnolienta.  Guido y yo suspendidos en el balcón, dejándonos estar mientras miramos la Santa Rita florecida, el aleteo veloz de un colibrí, y de pronto, como si vinieran de ultratumba, empiezan a sonar los acordes punzantes de otra época de mi vida.  Los recibo con el disgusto de volver a sentir un dolor que creía sanado.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario